La enfermedad arterial oclusiva provoca una isquemia retiniana causada por una obstrucción arterial. Se cree que las embolias y trombosis secundarias a ateroclerosis son responsables de la mayoría de los casos de oclusión arterial retiniana. La inflamación perivascular (como ocurre en arteritis de células gigantes) y la hipotensión arterial contribuyen en una minoría de casos. Los émbolos suelen formarse en una placa ateromatosa en la carótida y dado que la arteria oftálmica es la primera rama de la carótida interna el material embólico tiene fácil acceso al ojo. Otras causas cardíacas son las arritmias y el prolapso de la válvula mitral. Entre los trastornos trombofílicos que pueden asociarse a oclusión arterial se incluyen la hiperhomocisteinemia, el síndrome de anticuerpos antifosfolípido y defectos hereditarios de anticoagulantes. La anemia drepanocítica y el síndrome de Susac (microangiopatía caracterizada por la tríada de oclusión arterial retiniana, sordera neurosensorial y encefalopatía) son otras causas infrecuentes. Los signos y síntomas dependen del vaso afectado por la obstrucción, que, en el caso de la arteria central de la retina, encargada de regular el flujo sanguíneo hacia las capas internas de la retina, conlleva una pérdida brusca y completa de la agudeza visual.